El efecto que generan en nosotros las imágenes está relacionado con la forma en que nos ayudan a imaginar el futuro. Este fantástico poder de anticipación que las imágenes tendrían, parecería proveer de una especie de clarividencia que los artistas poseerían, algo que les permitiría ver lo que está fuera de nuestro acceso inmediato. Un ejemplo de ello es el expresionismo alemán, que a principios del siglo anterior, expresando su visión de su sociedad, proyectaban un mundo sombrío mientras que alrededor de ellos se vivía una gran fiesta. Un mundo sombrío que se convirtió en realidad al estallar grandes guerras.
Podemos entonces pensar en la existencia de un supuesto poder que ese artista que crea imágenes tendría. Algo que nos haría creer que existe un vínculo entre él y cualquier tipo de conexión con el «más allá».
Algo similar a como en el pasado se concebía al constructor de iconos bizantinos. Se creía de él que su producción solo se lograba mediante un trance creativo gracias al cual el «más allá» lo poseía, creando así al icono a través de él. Esto significaría que el creador de la imagen en realidad era lo divino que actuaba directamente a través de la catarsis del artista. De esta idea surge la concepción de que esas imágenes eran divinas, puesto que su origen era divino, mientras que el artista era sólo un medio de materialización del contenido de esa imagen.
Sin embargo, este poder mágico puede interpretarse de otra forma. Es decir, entender la tarea del artista no ya como la de un iluminado, sino solo como la de alguien sensible que necesita dar forma a las cosas que están latentes en su comunidad. Haciendo esto desde el detectar, recopilar y organizar los fragmentos que se mezclan en la realidad social, en sus discursos e historias y tratando desde su acción de interpretar qué sucede allí, tratando de encontrar sentido al caos.
Esto la haría el artista por varias razones, entre ellas pueden ser la necesidad de su propia búsqueda de sentido, sus inseguridades o su necesidad de entender lo que sucede o sucederá en su mundo.
Por su parte, la sociedad recibe de ese artista una imagen, una posibilidad de que el futuro sea de una determinada manera, algo que le permitiría a la sociedad prepararse para ese futuro.
En este contexto, también podemos pensar en la misión de arte que plantea Adorno (Adorno, 1999) para quien la misión del arte es el de introducir orden en el caos y crear y enriquecer la conciencia de uno mismo.
© Sebastián Guerrini, 2009
Me parece estupendo tu trabajo mis felicitaciones
Gracias viejo! un abrazo. Sebastian